– Dr. y Mtro en Psicología y Desarrollo Humano, Psicólogo –
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Vicios cotidianos: cómo entenderlos desde la psicología y dejar de juzgarlos

Por Cordu | Doctor en Desarrollo Humano y Maestro en Psicología Clínica y de la Salud

Vivimos en una cultura que demoniza los vicios, asumiendo que cualquier placer inmediato es una debilidad moral. Pero, desde la psicología clínica, esta perspectiva es más un obstáculo que una solución. En este artículo exploraremos por qué no todos los vicios son patológicos, cuándo se vuelven problemáticos y cómo usarlos como herramientas para comprender nuestro mundo emocional.

Todos tenemos un vicio (y eso no es malo)

Tener un vicio no significa tener una adicción. Muchas personas disfrutan de ciertos rituales que les aportan placer o calma. El problema no es tener uno, sino no entenderlo. Cuando hablamos de «vicio» de forma cotidiana, nos referimos a conductas repetidas que generan placer, alivio o escape. Desde tomar una Coca-Cola todos los días hasta revisar el celular compulsivamente, todos tenemos algo que hacemos para sentirnos mejor.

La pregunta importante no es si tienes un vicio, sino si ese vicio te está ayudando o saboteando. Por ejemplo, una persona puede beber refresco y sentirse energizada, mientras otra lo hace sintiendo culpa y remordimiento. La diferencia radica en el sentido subjetivo que se le otorga a la conducta.

Vicio no es igual a adicción

Desde la psicología, diferenciamos entre vicio y adicción. El criterio fundamental es el daño que causa, no el placer que genera. Muchas conductas que parecen «viciosas» son en realidad estrategias de autorregulación emocional. Comer chocolate al estar ansioso o ver series para relajarse no son necesariamente malos hábitos si se realizan de forma consciente y con límites.

El problema surge cuando estas conductas se convierten en refugios automáticos ante cualquier malestar, o cuando generan consecuencias negativas persistentes (culpa, aislamiento, afectación funcional, etc.). Un vicio saludable puede ser más funcional que un buen hábito odiado o forzado. ¿El ejercicio es saludable? Sí. Pero si lo haces por odio a tu cuerpo, puede ser tan destructivo como el sedentarismo.

El verdadero criterio: ¿te energiza o te destruye?

Una herramienta clave para analizar tu vicio es observar su impacto emocional. Si tras esa conducta te sientes en paz, recargado o más enfocado, probablemente estés ante una estrategia de autorregulación funcional. Por el contrario, si sientes culpa, desgaste o te desconectas de lo que realmente importa en tu vida, es momento de cuestionarlo.

Preguntas guía:

  • ¿Este vicio me calma o me sabotea?
  • ¿Podría dejarlo un día si lo necesito?
  • ¿Lo uso como forma de evasón de algo que debo afrontar?
  • ¿Me acerca o me aleja de lo que realmente deseo?

El autoengaño: el verdadero veneno

Uno de los grandes riesgos de los vicios no es el consumo en sí, sino el autoengaño que lo acompaña. Personas que se dicen «yo no tengo vicios» suelen tener mecanismos más complejos de autoanestesia emocional: sabotaje por perfeccionismo, adicción al trabajo, negación del placer o culpas constantes por sentir.

Reconocer un vicio no es signo de debilidad, sino de autoconciencia. Saber para qué lo haces y cuándo se vuelve disfuncional es clave para que no te controle.

En terapia no se quita el vicio, se entiende

Desde el enfoque cognitivo-conductual y la psicología de la salud, el objetivo no es eliminar todos los vicios, sino entender su función psicológica. ¿Para qué recurres a ese refresco, a esa serie, a ese cigarro, a ese scroll infinito en redes? Tal vez es el único momento donde no te exiges, donde te sientes libre o donde calmas una ansiedad crónica no atendida.

Al comprender esto, puedes empezar a negociar contigo mismo: reducir, sustituir, regular, pero no desde la imposición, sino desde el autoconocimiento. El verdadero cambio no es forzar abstinencia, sino transformar el sentido de la conducta.

No eres tu vicio

Tener un vicio no te hace roto ni menos capaz. Te hace humano. El reto es que ese vicio no te robe la posibilidad de una vida más plena, con elecciones más libres y coherentes contigo mismo. Si estás atrapado en una conducta que te daña pero no puedes dejar, tal vez no necesites fuerza de voluntad, sino un espacio para entenderte.

Y si tu vicio es leve, ritual, funcional… disfrúltalo. No se trata de eliminar el placer, sino de dejar de vivir con culpa.

📽️ ¿Te gustó el tema? Mira el video completo aquí: https://youtu.be/c8VLbCYOq-M