Por Cordu | Doctor en Desarrollo Humano y Maestro en Psicología Clínica y de la Salud
El mito del cambio
Piensa en alguien que conoces desde hace años… o en ti mismo hace una década. ¿Esa persona realmente cambió o lo que cambió fueron las circunstancias que revelaron algo que ya estaba ahí?
En psicología, esta es una de las preguntas más provocadoras: ¿las personas cambian o simplemente se revelan?
La narrativa cultural insiste en que podemos “transformarnos” como si fuéramos autos que pasan de ser un bocho viejo a un Lamborghini último modelo. Pero la ciencia clínica y la experiencia en terapia muestran otra realidad: lo que cambia no es la esencia, sino cómo la expresamos según el contexto.
El árbol y las estaciones: metáfora clínica de la identidad
Imagina tu identidad como un árbol con raíces profundas. Las estaciones cambian: primavera, verano, otoño, invierno. Las hojas brotan, caen, se renuevan. Pero el tronco permanece.
Así funciona nuestra vida psicológica:
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Atributos externos (hojas): peinado, trabajo, estado de ánimo, dinero, apariencia. Son temporales, cambian constantemente.
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Valores internos (raíces): honestidad, compasión, curiosidad, justicia, aprendizaje. Estos son el núcleo que da coherencia a tu vida.
Lo que cambia son los atributos. Lo que sostiene tu identidad son los valores.
Atributos vs. valores: la distinción que evita crisis de identidad
Uno de los errores más frecuentes es confundir atributos con valores.
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Atributos: vigor, inteligencia, belleza, dinero, estatus. Se ganan y se pierden.
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Valores: guías vitales que orientan cómo usas esos atributos.
Puedes ser rico y ruin, o pobre y digno. Puedes ser inteligente y arrogante, o inteligente y compasivo.
La teoría de la comparación social de Festinger (1954) lo deja claro: cuando tu métrica es externa, siempre habrá alguien más joven, más rico o más exitoso. Resultado: ansiedad perpetua y autoestima secuestrada por el mercado.
El mito de los “Lamborghini humanos”
La sociedad vende la idea de que vales lo que exhibes. Si tienes el auto más caro, la casa más grande, el cuerpo más “perfecto”, entonces “has cambiado y mejorado”.
Error clínico: esos son solo atributos de mercado, comparativos, no valores humanos.
“Si crees que tu valor humano se mide como autos, nunca vas a ganar. Siempre habrá un modelo más nuevo.”
El que confunde identidad con consumo termina esclavizado en una carrera sin fin.
El golpe existencial: ejercicio clínico
Imagina que mañana pierdes todo: dinero, vigor, inteligencia, contactos. ¿Qué queda de ti?
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Si la respuesta es “nada”, tu vida estaba construida sobre atributos. Es una casa de arena.
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Si lo que queda es una brújula, un sentido de quién eres y qué defiendes incluso en la ruina, entonces has vivido desde valores. Eso es esencia, y no se destruye.
En terapia llamamos a esto un “golpe existencial”: confrontar la verdad incómoda de que muchos construyen sobre lo que se oxida y se cae.
Ciencia de la esencia: lo que no cambia
La psicología de la personalidad lo respalda. Investigaciones longitudinales (McCrae y Costa, modelo de los “Cinco Grandes”) muestran que la base temperamental es estable en la adultez. Lo que varía no es el núcleo, sino la expresión de ese núcleo según el contexto.
Ejemplo clínico:
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Una persona con tendencia a la crueldad, al obtener poder, se vuelve tirana.
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Una persona con nobleza, al obtener poder, se vuelve líder.
El poder, el estrés, el amor o la pérdida son como un revelador químico en fotografía: no crean la imagen, la hacen visible.
¿Entonces nada cambia? Sí cambia: la consciencia
Lo que sí puede transformarse es la capacidad de domesticar y redirigir tu naturaleza. No se trata de cambiar quién eres, sino de aprender a gestionar cómo actúas desde tus valores.
Ejemplo del Método Cordu: paciente que confundía productividad con valor personal. Al confrontar que trabajaba 16 horas al día para “valer”, se dio cuenta de que su verdadero valor era la honestidad y el cuidado familiar. El cambio no fue “ser otra persona”, fue alinear sus actos con lo que ya valoraba.
La trampa de los cursos exprés y la identidad de consumo
El mercado vende atributos disfrazados de valores:
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“Sé una nueva persona en 7 días” = en realidad “sé más productivo”.
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“Baja de peso” = en realidad “encaja en un estándar de consumo”.
👉 Valor real: cuidar la salud por respeto a tu cuerpo.
👉 Atributo superficial: pesar menos para ser aceptado.
Este autoengaño genera identidades huecas y agotamiento permanente.
La positividad tóxica: enemigo número uno de los valores
Valores como la justicia requieren indignación.
Valores como la compasión requieren contacto con el dolor ajeno.
La positividad tóxica manda tapar todo con una sonrisa falsa. Resultado: apatía y desconexión.
“Un árbol florece en medio del bosque aunque nadie lo mire. Porque es su naturaleza, no porque le aplaudan.”
El rol de la fe y el amor: inspirar, no reemplazar
La fe y el amor pueden ser inspiradores, pero no son valores en sí mismos si no se traducen en acciones.
Un valor sin acción es un deseo.
La congruencia se mide en comportamientos diarios, no en credos repetidos.
Dinero y valores: amplificador de esencia
El dinero no cambia quién eres, solo amplifica tu esencia.
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Si eres generoso, el dinero amplifica la generosidad.
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Si eres egoísta, el dinero amplifica el egoísmo.
Por eso algunos millonarios son filántropos y otros déspotas. El dinero revela, no transforma.
¿Las personas cambian?
La vida no cambia quién eres, solo expone lo que ya estaba dentro de ti.
Tu esencia se revela en cómo usas lo que tienes, no en cuánto acumulas.
“No eres el auto. Eres el conductor. Los motores se desgastan, los modelos pasan de moda. Un buen conductor, con una brújula clara (sus valores), llega lejos con cualquier motor.”
Reflexión final
La pregunta no es si cambias, sino si eres consciente de lo que ya eres.
El cambio verdadero no es maquillaje ni consumo, es vivir desde valores, no desde atributos.
Y ahí está la verdadera transformación: en dejar de ser esclavo de la mirada externa y comenzar a florecer por tu propia raíz.
¿Te gustó el tema? Mira el video completo aquí: https://youtu.be/A1O9H0nTeXE