– Dr. y Mtro en Psicología y Desarrollo Humano, Psicólogo –
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La Trampa de la Paciencia: ¿Virtud o Parálisis Emocional?

Por Cordu | Doctor en Desarrollo Humano y Maestro en Psicología Clínica y de la Salud

A lo largo de la historia, la paciencia ha sido exaltada como una virtud casi divina. Nos dijeron que «todo llega a su tiempo», que «esperar es de sabios», y que «la vida premia a quien aguanta». Sin embargo, desde la psicología clínica, vale la pena cuestionarnos si esa paciencia que practicamos es realmente sabiduría o, más bien, una trampa emocional disfrazada de virtud. Porque no todo el que espera lo hace con claridad, propósito o consciencia. A veces, simplemente no sabe qué hacer con su vida.

¿Qué entendemos por paciencia?

En el lenguaje cotidiano, paciencia se traduce como la capacidad de esperar sin desesperarse. Pero en la práctica clínica, esta definición se queda corta. Desde una perspectiva psicológica, la paciencia se convierte en una forma de tolerancia a la frustración, una habilidad para postergar la gratificación inmediata mientras se trabaja en un objetivo mayor. En este contexto, la paciencia es activa, no pasiva.

El problema radica en que muchas personas confunden ser pacientes con no hacer nada. Esperan que el mundo cambie por sí solo, que las cosas se acomoden, que las oportunidades lleguen sin moverse del lugar. Esta versión distorsionada de la paciencia no solo es ineficaz, sino que puede volverse altamente autodestructiva.

El tren que va en dirección contraria

Imagina que estás en un tren, y te das cuenta de que va hacia el lugar opuesto al que quieres llegar. Tienes varias opciones:

  1. Le pides al conductor que cambie de rumbo.

  2. Te bajas.

  3. Esperas pacientemente a que algo, mágicamente, cambie.

  4. Te repites que «ser paciente es de sabios» y te quedas sentado.

Este es un ejemplo metafórico de lo que muchas personas hacen en la vida real: esperan en relaciones que no funcionan, en trabajos que los consumen, en proyectos que no avanzan. Se dicen a sí mismas que tener paciencia es lo correcto, pero en el fondo, lo que realmente tienen es miedo a moverse.

¿Y si te quedaran cinco años de vida?

Una de las preguntas más poderosas que podemos hacernos desde la terapia existencial es: ¿y si supieras que te quedan cinco años de vida? ¿Seguirías esperando pacientemente a que “todo se acomode”? ¿O tomarías decisiones incómodas de una vez por todas?

La creencia de que “todo llegará en su momento” puede ser reconfortante, pero también paralizante. Nos mantiene en una especie de limbo emocional, donde evitamos tomar decisiones difíciles bajo la ilusión de que el universo lo resolverá por nosotros.

La paciencia como mecanismo de defensa

Desde el enfoque clínico, esta paciencia sin propósito se entiende como un mecanismo de defensa. Es una forma elegante de evitar la ansiedad, el miedo al fracaso, la exposición al juicio o la necesidad de hacer cambios drásticos. Nos repetimos que todo es cuestión de tiempo, cuando en realidad estamos evitando actuar por falta de claridad, miedo o agotamiento emocional.

Es más fácil decir «todo llega» que enfrentar que no sabemos qué queremos, cómo empezar o que tenemos miedo de fracasar. Esta «paciencia» se convierte en una droga emocional, una forma de calmar la angustia sin hacer frente a las causas de fondo.

La diferencia entre paciencia y pasividad

La paciencia real no significa quedarse de brazos cruzados. Significa actuar con estrategia, con visión a largo plazo, con tolerancia al proceso, pero sin detenerte. Significa tener un plan, aunque sea pequeño. Significa estar en movimiento.

Ser paciente no es renunciar, es persistir. Pero cuando se usa para justificar la inacción, se convierte en pasividad con reputación espiritual.

En psicología clínica, hablamos de conceptos como la tolerancia a la frustración, la persistencia, la autorregulación emocional y la acción deliberada. Todos estos implican movimiento, reflexión y toma de decisiones, incluso cuando los resultados no son inmediatos.

¿Qué sucede mientras esperas?

Mientras tú estás esperando, otras personas toman las oportunidades que tú ignoras. Mientras tú “practicas” paciencia, el tiempo sigue pasando. Y lo más grave: tu mente se acostumbra a no hacer nada, a ser pasiva, a resignarse. Pierdes práctica en la toma de decisiones, te vuelves más reactivo y menos protagonista de tu vida.

Y lo peor: podrías no darte cuenta. Porque la paciencia mal entendida no duele al principio. Te da calma, te da excusas, te hace sentir sabio. Pero esa misma tranquilidad te anestesia.

El agua se evapora

Para terminar, quiero que visualices un vaso con agua. Ese vaso es tu vida. El agua, tu energía, tu tiempo, tus oportunidades. Si no usas esa agua, se va evaporando. Lentamente. Silenciosamente. Y cuando te des cuenta, ya no queda nada que beber.

La paciencia solamente sirve si estás llenando ese vaso. Si estás haciendo algo con él. Si estás construyendo, aprendiendo, moviéndote. Esperar por esperar no es virtud, es parálisis con buena fama.

El mundo no premia al que espera, premia al que actúa

Ser paciente solo tiene sentido si estás usando ese tiempo para construir algo. El mundo no recompensa al que aguanta por inercia. Recompensa al que sabe cuándo esperar y cuándo moverse. Al que actúa con intención. Al que entiende que cada segundo cuenta.

La próxima vez que alguien te diga «ten paciencia», pregúntate: ¿me lo dicen para ayudarme o para que me quede quieto? ¿Estoy esperando porque es parte del proceso o porque no sé qué hacer con mi vida?

Recuerda: esperar no te hace sabio, te hace invisible.

📽️ ¿Te gustó el tema? Mira el video completo aquí: https://youtu.be/E5eMx5OLaoo