Por Cordu | Doctor en Desarrollo Humano y Maestro en Psicología Clínica y de la Salud
Durante décadas, muchos discursos han repetido una idea simplista: que las mujeres buscan protección y que los hombres buscan juventud. Que nuestras decisiones amorosas son guiadas por la biología, como si el deseo humano fuera un reflejo automático del instinto evolutivo. Sin embargo, cuando miramos más de cerca, la evidencia clínica y científica sugiere todo lo contrario: elegimos desde nuestra historia, no desde nuestra genética.
Hoy vamos a desmontar este mito. No desde la opinión, sino desde lo que revela la psicología, la neurociencia y la clínica emocional: no buscamos tanto lo que nos conviene, sino lo que nos resulta familiar. A veces, incluso, elegimos lo que nos duele.
La herida disfrazada de elección
“No, las mujeres no buscan un proveedor. Buscan a alguien que no las abandone como su papá. Y los hombres no buscan fertilidad. Buscan admiración porque sienten que no son suficientes.”
Esta frase resume uno de los puntos centrales de este artículo: el deseo está condicionado por heridas no resueltas. Lo que nos atrae no siempre es lo sano, sino lo conocido emocionalmente. Y ese “conocido” puede ser abandono, caos, rechazo o sobreprotección.
La psicología del vínculo nos enseña que nuestras elecciones afectivas no son libres hasta que las hacemos conscientes. Muchas mujeres no buscan seguridad, sino repetir una dinámica que conocen desde niñas: salvar a un padre alcohólico, tolerar la ausencia o resignarse a mendigar atención. En el otro extremo, muchos hombres no buscan una pareja joven, sino una que les valide su identidad frágil, que los haga sentir suficientes.
¿Y la evolución?
Si la evolución explicara todo, ¿por qué hay mujeres que mantienen a hombres que no trabajan o que son infieles? ¿Por qué hombres dejan a mujeres jóvenes para estar con una de 50 que los trata bien?
Porque la teoría evolutiva no explica vínculos humanos en su complejidad. Reducir el deseo humano a fertilidad y provisión es tan absurdo como querer explicar el amor con un mapa de hace 10 mil años. Hoy sabemos que elegimos con el sistema nervioso, con la memoria emocional, con la neuroplasticidad.
Incluso estudios de la Asociación Americana de Psicología (APA) señalan que las parejas del mismo sexo presentan hasta un 30% más de estabilidad y un 17% más de satisfacción que las heterosexuales. ¿Dónde queda entonces el argumento biológico sobre la “complementariedad natural”? La biología no lo explica todo, y muchas veces, explica mal.
Neuroplasticidad vincular: el deseo se moldea
Nuestro cerebro cambia con la experiencia. Esta neuroplasticidad vincular significa que las relaciones que tenemos reconfiguran nuestros patrones de deseo y de elección. Es decir, lo que hoy te atrae, mañana puede dejar de hacerlo si atraviesas un proceso terapéutico, si sanas tus heridas o si resignificas tu historia emocional.
Más del 70% de los patrones repetitivos en pareja tienen que ver con heridas no trabajadas. Algunas personas eligen pareja no con libertad, sino por un impulso inconsciente de repetir una historia: la salvadora que tolera todo, el evitativo que huye del compromiso, el dependiente que mendiga amor.
El sistema límbico —nuestra parte emocional— puede confundir trauma con amor. Y este es uno de los mayores peligros del autoengaño emocional.
¿Qué dice la ciencia que realmente buscamos?
Uno de los estudios clave es el de Deci y Ryan, creadores de la teoría de la autodeterminación. Según sus hallazgos, las personas buscan tres cosas en cualquier relación:
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Conexión: Sentirse visto y comprendido.
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Autonomía: Poder ser uno mismo sin temor.
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Competencia emocional: Poder crecer y sostenerse en el vínculo.
Sin embargo, como ya vimos, la conexión también puede ser disfuncional. Es decir, podemos conectar desde el dolor, desde el trauma compartido, desde la carencia.
Además, la psicología narrativa nos recuerda que buscamos parejas que encajen con nuestra historia de identidad. Si nos identificamos con el sufrimiento, probablemente elijamos a alguien que también esté herido. No buscamos salud emocional, buscamos lo que nos resulta coherente con nuestra narrativa interna.
La química traumática y el apego
La teoría polivagal de Stephen Porges aporta un elemento clave: nuestro sistema nervioso autónomo busca parejas que regulen nuestro estado interno. Pero esto no siempre significa equilibrio. En el 68% de los casos, elegimos por una química traumática, no por una compatibilidad sana.
Esto explica por qué muchas personas permanecen en relaciones dañinas: porque el sistema nervioso se siente “seguro” en lo conocido, aunque duela. No es que no sepan que merecen algo mejor, es que su cuerpo reacciona con ansiedad ante lo que no entiende: el amor sin sufrimiento.
Tres peligros del reduccionismo biológico
Reducir las elecciones afectivas a la biología no solo es falso, también es dañino. Aquí tres consecuencias:
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Patologiza lo diverso: Ignora o invalida la homosexualidad, las relaciones abiertas o la decisión de no tener hijos.
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Refuerza desigualdades: Justifica la brecha salarial con frases como “el hombre es proveedor por naturaleza”.
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Anula la agencia personal: Hace creer que todo está determinado por el instinto, negando la capacidad de elegir con consciencia.
Usar la biología como justificación es como navegar con un mapa de la Edad de Piedra. Hoy sabemos que no elegimos con las hormonas, sino con lo que aún nos sangra por dentro.
Preguntas que revelan tu historia afectiva
Si quieres saber si estás eligiendo desde el amor o desde la herida, no preguntes cómo amas. Pregunta:
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¿Cómo reaccionas cuando tu pareja se aleja?
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¿Por qué no puedes soltar a alguien que sabes que no es bueno para ti?
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¿Cuál fue la primera vez que sentiste que debías hacer algo para no perder el amor de alguien?
Estas preguntas no solo revelan tu patrón de apego, también iluminan el origen de tus decisiones afectivas. Porque mientras no sanes esas heridas, seguirás llamando destino a lo que en realidad es trauma.
Lo que sangra elige, hasta que se sana
No, no elegimos parejas solo por juventud o por dinero. Elegimos desde la herida, desde el miedo, desde la historia no resuelta que aún habita en el cuerpo.
La buena noticia es que esto puede cambiar. A través del trabajo terapéutico, la autoconciencia y la toma de responsabilidad emocional, es posible dejar de repetir lo que duele y comenzar a construir vínculos desde la elección consciente.
Porque solo cuando dejamos de usar la biología como excusa, podemos comenzar a usar nuestra historia como herramienta de transformación.
¿Te gustó el tema? Mira el video completo aquí: https://youtu.be/HrGCl55qnNA