Por Cordu | Doctor en Desarrollo Humano y Maestro en Psicología Clínica y de la Salud
Hablar de dinero en el contexto terapéutico suele estar más cargado emocionalmente que hablar de sexualidad o experiencias traumáticas. Aunque parezca una simple cifra, revelar “cuánto ganas” no es un dato trivial, sino una puerta de entrada a temas profundos como autoestima, merecimiento, culpa, traición familiar y heridas de identidad. Este artículo explora por qué el dinero es un símbolo emocional complejo, qué revelan sus silencios y cómo integrarlo en la práctica clínica con un enfoque ético, humano y terapéutico.
El dinero como símbolo emocional
Muchas personas afirman que no les gusta hablar de dinero porque “no es importante”, pero esto rara vez es cierto. En psicoterapia, el dinero no es un trámite contable, es un símbolo de identidad, poder, libertad, trauma, culpa, lealtad y deseo.
Revelar cuánto se gana puede activar emociones como:
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Vergüenza (“No merezco más”)
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Culpa (“Tengo más que mi familia”)
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Miedo (“Van a juzgarme o a usarlo en mi contra”)
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Autoengaño (“Si no lo digo, no existe el problema”)
A veces, las personas pueden hablar abiertamente sobre haber sido abusadas o rechazadas, pero no logran decir cuánto ganan. Eso no es una cuestión económica, sino una resistencia simbólica a ser vistos completamente.
¿Por qué cuesta tanto hablar de dinero en terapia?
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Vergüenza y autoestima condicionada
Decir cuánto se gana puede sentirse como una exposición al juicio. En una cultura donde el valor personal se vincula al éxito económico, revelar cifras puede convertirse en una amenaza para la autoimagen. -
Desconfianza por experiencias previas
Algunas personas han vivido abusos, manipulaciones o dinámicas poco éticas (incluso con terapeutas). Esto puede generar un patrón de protección excesiva frente a información económica. -
Control y miedo a la vulnerabilidad
Omitir cuánto se gana es una forma de sostener una ilusión de poder. Sin embargo, lo que se protege no es el ingreso, sino el dolor de sentirse evaluado por ese número. -
Negación emocional
Decir “no quiero hablar de dinero” suele ser una vía para evitar emociones asociadas al fracaso, al estancamiento profesional o a la comparación social. El silencio esconde frustraciones no elaboradas.
¿A quién sí decirle cuánto ganas? ¿Y a quién no?
Sí deberías decirle a tu terapeuta, cuando:
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Hay temas de autoestima, merecimiento o explotación laboral
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Tu ansiedad gira en torno al dinero, pero evitas verbalizarlo
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Usas frases como “no puedo pagar terapia” mientras gastas en otras áreas
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Evitas crecer profesionalmente por lealtades familiares o miedo al éxito
En estos casos, el dato económico no se usa para cobrarte más, sino para trabajar contigo tu relación con el valor, el esfuerzo y la abundancia.
No deberías decirlo, cuando:
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Tu terapeuta no tiene formación clínica y acomoda precios según tu ingreso
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Se utiliza la cifra para manipular, juzgar o culpabilizar
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Percibes que tu vulnerabilidad económica se vuelve herramienta de control
Un terapeuta ético no debería evadir temas de éxito, prosperidad o abundancia. Si lo hace, no está haciendo psicoterapia, sino una forma de coaching que evita el trabajo profundo con la identidad y el deseo.
Herramientas clínicas: trabajar el vínculo con el dinero
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Inventario de merecimiento
Preguntar: ¿Te parece justo lo que ganas? ¿Sientes que lo mereces? ¿Lo vives como mucho o poco?
Estas respuestas revelan creencias limitantes:-
“No valgo más”
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“Si gano más, me vuelvo egoísta”
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“Tener dinero es traicionar a mi familia”
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Explorar el origen de la narrativa económica
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¿Quién te enseñó lo que era “ganar bien”?
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¿A quién superaste económicamente y te generó culpa?
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¿Qué papel jugaba el dinero en tu sistema familiar: castigo, silencio o control?
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Reencuadre terapéutico
El objetivo no es que todos conozcan tu ingreso, sino que tú puedas decirlo sin activación emocional. Cuando hablar de dinero no genera vergüenza ni orgullo excesivo, entonces el número deja de ser tu identidad y se convierte en una herramienta neutral.
¿Y en las relaciones personales?
A tu pareja (solo si hay compromiso real):
Decir cuánto ganas puede construir transparencia, evitar conflictos por poder y fomentar decisiones conjuntas.
🔒 Pero con límites claros:
No estás obligado a financiar la vida emocional del otro, ni el dinero compartido debe implicar sumisión.
A familiares con vínculos disfuncionales:
Si tu familia está anclada en la escasez o en la culpa, hablar de dinero puede convertirse en una dinámica de chantaje emocional:
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“Ya te crees mucho”
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“Ayúdanos, tú sí puedes”
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“Con eso ya podrías comprarte un coche, pero ni visitas”
Aquí, el dinero no es dinero, sino un símbolo de traición, de separación o de autonomía que el sistema rechaza.
A amistades que no celebran tu crecimiento:
Hay amigos que aplauden tu éxito, y otros que lo toleran con una sonrisa fingida. En estos casos, compartir tus logros económicos solo alimenta la competencia o el juicio.
Consideraciones culturales: ¿es seguro hablar de dinero?
En países como México, hablar de dinero en espacios públicos puede percibirse como un riesgo de seguridad. Pero una cosa es cuidarte y otra esconderte de ti mismo.
Si ni siquiera puedes decir en voz alta cuánto ganas, ni ante tu terapeuta, ni ante ti mismo, no estás protegiendo tu integridad, sino defendiendo tu vergüenza.
Tu valor no depende de un número
Hablar de dinero en terapia no se trata de cifras, sino de identidad emocional. Lo que no puedes decir, te controla. Lo que callas, moldea tu autoimagen.
💡 La meta no es que todos sepan cuánto ganas, sino que tú puedas decirlo sin que se active la culpa, la vergüenza o la necesidad de justificarte.
Cuando logras hablar de dinero con calma y claridad, sin miedo ni soberbia, entonces ese número deja de ser una jaula emocional y se convierte en lo que siempre debió ser: una herramienta, no un veredicto sobre tu valor.
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