Por Cordu | Doctor en Desarrollo Humano y Maestro en Psicología Clínica y de la Salud
Introducción: ¿Celebrar o exhibir?
El Día de las Madres suele representar un espacio simbólico de afecto, gratitud y reconocimiento. Sin embargo, en el ejercicio clínico observamos que muchas personas acuden a terapia con historias profundas de conflicto no resuelto con la madre, pero cada año repiten el ritual de “celebrar” con regalos costosos, publicaciones en redes o comidas lujosas. ¿Qué función cumple ese acto? ¿Es amor genuino o validación externa? ¿Estamos celebrando a mamá o al ego?
La trampa del regalo como redención
Uno de los mecanismos más frecuentes en la dinámica madre-hijo es el intento de compensar emocionalmente a través de un acto material. Desde una perspectiva psicodinámica, este fenómeno responde a una necesidad de “redimir” o “equilibrar” una deuda afectiva real o imaginaria.
El regalo, en este contexto, no es símbolo de afecto, sino un intento inconsciente de ser visto como “buen hijo”. Esto se potencia cuando la persona carga con culpa no elaborada, conflictos no enfrentados o necesidades de validación que no se permitieron resolver emocionalmente. Así, el ramo de flores se convierte en un símbolo no de amor, sino de deuda.
El teatro emocional: cuando el amor necesita testigos
Desde el enfoque cognitivo-conductual, es importante identificar los esquemas disfuncionales que llevan a algunas personas a necesitar publicar sus actos afectivos. Si el amor necesita ser expuesto para sentirse real, estamos frente a un patrón de validación externa.
Es decir, si no basta con saber que eres buen hijo, sino que necesitas que otros lo reconozcan, entonces el regalo ya no es para tu madre, sino para tu imagen. Lo emocional se transforma en teatro, y el espectador es el algoritmo. El problema no es regalar, sino necesitar que sea visto para adquirir valor.
Marketing emocional: cómo la mercadotecnia entrena la culpa
La industria ha aprendido a utilizar nuestras emociones como disparadores de consumo. En fechas como el Día de las Madres, los mensajes publicitarios no solo promueven productos, sino que instalan una narrativa: “Si no compras, no amas”.
Este fenómeno se refuerza con frases como “Ella lo dio todo por ti, ¿qué harás tú por ella?”, generando una lógica de deuda afectiva perpetua. Esta manipulación emocional transforma el vínculo en una competencia: ¿quién da más? ¿quién presume más? Y detrás de todo eso, la culpa como combustible principal.
Madres afectadas por madres
No solo los hijos son víctimas de esta narrativa. Muchas madres también se ven atrapadas en esta lógica comparativa. La comparación entre lo que reciben unas y otras puede generar la falsa creencia de que el amor se mide en regalos. Mamás que han sido parte activa de la vida de sus hijos pueden sentirse fracasadas solo porque no recibieron flores, un viaje o una publicación en redes sociales.
Esto produce una distorsión cognitiva que puede resumirse en una idea errónea: “si no me celebran, no valgo”. Es una forma de medir el vínculo con instrumentos ajenos a lo emocional: el regalo como barómetro del amor.
Tres claves clínicas para resignificar el Día de las Madres
- Amor sin espectáculo: No todo el que celebra ama, y no todo el que ama celebra. Algunos hijos regalan iPhones pero no llaman. Es importante distinguir entre expresión auténtica y acto simbólico vacío. Amar no requiere audiencia.
- Redefinir el rol materno: Ser madre no es formar hijos que regalen flores un día al año, sino criar adultos libres, éticos y sanos. El valor de una madre se expresa en lo que dejó sembrado, no en lo que recibe públicamente.
- Evitar la comparación destructiva: Ver qué otras madres reciben no te vuelve menos, sino más vulnerable a un sistema que explota la necesidad de reconocimiento. Lo importante no es qué te dan, sino qué vínculo se ha construido.
¿Y si no fue una buena madre?
El análisis clínico no puede ignorar un punto delicado: hay personas que no tuvieron una buena madre. En estos casos, el Día de las Madres puede detonar culpa, enojo, tristeza o ambivalencia. No siempre se trata de celebrar. A veces, se trata de perdonar, poner límites, sanar o simplemente tomar distancia.
Y aún en esos casos, es posible regalarse a uno mismo la libertad emocional de sanar. No todos los vínculos se reparan, pero todos pueden resignificarse.
Amar sin recibo
Presumir lo que te hace feliz no es malo por sí mismo. El problema aparece cuando se vuelve necesario hacerlo para sentir que vales más. La diferencia entre compartir desde la alegría y publicar desde la necesidad de validación es crucial. Si necesitas que te vean como “buen hijo”, tal vez aún estás resolviendo vínculos que no han sanado.
Como decía una frase clínica potente: “Si no puedes amar en silencio, no estás amando, estás proyectando.”
Y si aún sigues amando sin esperar nada a cambio, sin regalos ni aplausos, entonces ya no eres un hijo con deuda. Eres un adulto con historia, capaz de elegir desde la conciencia.
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