– Dr. y Mtro en Psicología y Desarrollo Humano, Psicólogo –
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Apuesta poco… y vas a disfrutar más: lo que revela la neuropsicología

Por Cordu | Doctor en Desarrollo Humano y Maestro en Psicología

¿Apostar es bueno o malo?

La respuesta no es tan simple como parece. Aunque muchos lo ven con recelo, la ciencia del cerebro revela que, en ciertas condiciones, una pequeña apuesta puede enriquecer la experiencia y activar nuestro sistema emocional.

Vamos más allá del prejuicio moral y analizamos este fenómeno desde la neuropsicología y la terapia cognitivo-conductual.

¿Por qué nos gusta apostar?

El cerebro humano no está diseñado para buscar la felicidad directamente. Lo que realmente busca es dopamina, ese neurotransmisor asociado al placer, la expectativa y la recompensa. Cuando apostamos —incluso pequeñas cantidades— nuestro sistema dopaminérgico se activa: sentimos emoción, anticipación, implicación emocional.

Al hacerlo, dejamos de ser meros espectadores y nos volvemos participantes. Ver un partido, por ejemplo, no es lo mismo cuando «hay algo en juego», aunque sea simbólico.

El poder de lo simbólico

Uno de los hallazgos más interesantes en terapia cognitivo-conductual es que la mente no distingue claramente entre lo real y lo imaginado. Al imaginar que ganamos, el cerebro actúa como si eso fuera cierto, generando emociones reales.

Esto explica por qué al apostar —aunque sea algo que ya consideramos «perdido»— sentimos más intensidad, más pasión. No se trata de ganar o perder dinero, sino de conectar emocionalmente con la experiencia.

¿Cuándo se vuelve riesgoso?

Apostar no es malo en sí. El problema es qué apostamos:

  • No se apuesta una relación.
  • No se apuesta nuestra estabilidad.
  • No se apuesta el bienestar emocional.

El límite saludable es apostar lo que estamos dispuestos a perder. Como una entrada simbólica a una experiencia más vivida, más emocional.

Lo mismo pasa en la vida

Publicamos una foto, no solo porque nos gusta, sino por la validación externa. Participamos, nos arriesgamos, buscamos conexión. La clave está en saber cuándo y cómo involucrarse, sin poner en juego lo esencial.

Apostar de forma consciente puede ser una metáfora de vivir con intensidad sin comprometer lo más valioso. Como en la vida, el objetivo no siempre es la meta, sino disfrutar el camino.

Conclusión

¿Es bueno apostar? Sí, si se hace con consciencia. El juego es más emocionante, la experiencia más intensa y la dopamina más activa. Pero siempre con límites claros: que no destruya, que no desestabilice.

Porque al final, el verdadero reto está en saber involucrarnos sin perdernos.

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